Wednesday, August 17, 2005

REFUNDAR LA UNIVERSIDAD



Luis Bretel

A lo largo de su historia la Universidad se ha encontrado en medio de dilemas para definir su propia identidad. El primero, desde sus orígenes hasta hoy es el dilema de ser una institución que prioriza su tarea docente u otra que se asume como institución de investigación. El segundo, producto del impacto de la revolución industrial, fue el de continuar siendo una institución académica o convertirse en una institución que ofrece formación profesional. El nuevo milenio, los retos de la globalización y los desarrollos contemporáneos de las ciencias del conocimiento han puesto a la universidad ante una nueva dicotomía: poner el énfasis de su tarea docente y formativa en los contenidos y en su transmisión, o en los estudiantes y el desarrollo de sus competencias científicas y profesionales.

En sus inicios, la razón de ser de las universidades, sus profesores y sus bibliotecas fue ser depositarias del saber y la ciencia. Por ello su mayor y quizás única preocupación era la de garantizar a sus estudiantes el acceso a la información en la mayor cantidad y actualidad posible. Pero los cambios ocurridos en las ultimas décadas del siglo pasado hacen imposible mantener los viejos esquemas. En nuestros días son muchas las instituciones distintas a la universidad que producen ciencia y conocimiento, en un volumen quizás mayor que el producido en el ámbito de las universidades. Hoy tanto el volumen como la velocidad de circulación de la información se incrementa geométricamente, al punto que es posible acceder y encontrar información más actualizada, en mayor cantidad y más rápidamente fuera de los claustros universitarios que dentro de ellos.

Para sobrevivir en este contexto muchas universidades han optado por concentrar sus esfuerzos en emplear las estrategias más audaces y tecnológicamente más avanzadas para tratar de seguir cumpliendo su viejo rol. Pero, por continuar centradas en los contenidos y su transmisión, estas “modernas” universidades, podrían seguir siendo consideradas tradicionales, porque lo que se requiere en nuestra época es una universidad que:

  • Desarrolle eficazmente las competencias científicas, tecnológicas y profesionales necesarias en el mundo actual y organice la currícula a partir de ellas. Con clara conciencia respecto a que una competencia no es información adquirida sino un saber-hacer que supone pericia, posibilidad de dar razón y justificar lo que se hace y, además, disposición para buscar permanente la calidad en el proceso y en los resultados del quehacer.
  • Reconozca que su rol es desarrollar las habilidades para la búsqueda, comprensión, análisis, discriminación, procesamiento y producción de conocimiento científico y no sólo proveer información. Que se atreva a romper con los viejos mitos de “la teoría es anterior a la práctica”, o “teoría y practica son procesos paralelos”. Asumiendo que se aprende a hacer ciencia haciéndola y que el científico no parte de los conceptos, principios o axiomas, sino de los hechos, fenómenos o problemas del mundo real a los que espera poder comprender, encontrar explicación o dar solución. Que promueva el desarrollo de las estrategias de pensamiento y de construcción de conocimiento de los estudiantes, ofreciéndoles muchas y muy ricas oportunidades para explorar, sistematizar, experimentar, inducir, probar, y teorizar por sí mismos. Una universidad que ponga al alcance de los estudiantes, desde los primeros momentos de su formación, problemas reales o muy semejantes a los que se le presentarán en la realidad, y les permita diseñar, recorrer y evaluar sus propios procesos de análisis, reflexión, búsqueda y sistematización de la información.
  • Construya sistemas de evaluación que permitan medir los niveles de desarrollo que los estudiantes van alcanzando en sus competencias profesionales y no la cantidad de información inerte que van siendo capaces de memorizar. Que ofrezca a los estudiantes información precisa y transparente no sólo sobre lo que lograrán y sabrán hacer al concluir su formación, sino sobre lo que deben lograr en cada etapa y sobre los criterios específicos con los que sus profesores y su facultad evaluarán su desarrollo de habilidades, actitudes y competencias.
  • Promueva con mucho énfasis las competencias sociales, las habilidades para el trabajo en equipo, para la investigación, el desempeño interdisciplinario y para la convivencia democrática, respetuosa y tolerante. Permitiendo que los estudiantes adquieran realmente el estatus de “ciudadano de la universidad” y que logren descubrir el valor de la diferencia, de la contraposición de perspectivas, puntos de vista, concepciones y abordajes.
  • Asuma que enseñar, aprender, investigar, reflexionar y construir conocimiento no deben ser tareas independientes, realizadas por sujetos distintos, sino tareas íntimamente vinculadas que deben ser realizadas por todas las personas que componen la universidad.
  • Sus profesores dejen de ser expositores de información y comunicadores de sus propias reflexiones e investigaciones, convirtiéndose en promotores, acompañantes, facilitadores y guías de los procesos de investigación, reflexión y construcción de conocimientos de los estudiantes.

Para lograr lo anterior, como lo indicaba Josep Mª Bricall (http://www.crue.upm.es/informeuniv2000.htm) en su informe sobre las universidades españolas, no se trata de mejorar la universidad que conocemos, sino de refundarla en torno a un nuevo paradigma, ya que al cabo de casi dos siglos de vigencia, el paradigma decimonónico está agotado.

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